Peregrinos del Absoluto - Templarios de Dios

viernes, 2 de julio de 2010

APOSTOLADO PAULINO


El apostol de los gentiles (no judios)





Mas allá de mis gentes (europeas).
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Cuando Dios decide algo, nada ni nadie puede oponerse, y un ejemplo vivo de esto es Pablo, que en medio de un templo corrompido donde el dinero, los chismes y las calumnias hacían simplemente imposible el reinado del verbo eterno de Dios en el campo del libre albedrío humano. Claro que ahora esos fariseos hipócritas gimen de dolor en el infierno, mientras el apóstol de las fronteras de la fe... esta reinando en el cielo con los demás santos y justos del señor.
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Las fronteras de la fe
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Hablemos de la fe primero, pero no como la entienden nuestros abuelos, creo por que me dijeron que a mis padres le dijeron, que a mis antepasados le dijeron que a los suyos le dijeron, etc...
Hablamos de las fronteras de la fe, las impresionantes estancias misioneras donde realmente se bate el cobre en términos humanos, en ella definiremos los verdaderos canales de navegación nuestra, dejando atrás todo lo que evite salir tras nuestra isla utópica (termino filosófico no teológico) en este tercer milenio.
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Primera frontera de la fe: Más allá de mis bienes materiales iglesia catolica...
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El consumismo conduce al riesgo de reducir la fe al ámbito privado y olvidar que ser cristiano implica hacer apostolado, señalĂł el Papa Juan Pablo II en una carta con ocasiĂłn del 350Âş aniversario de la instituciĂłn de la diĂłcesis italiana de Prato. "En el actual contexto socio-cultural, la afluencia de bienes materiales, el cuidado exasperado de sĂ­, las necesidades creadas por una sociedad consumista hacen correr el peligro de oscurecer la voz interior de Dios, que constantemente invita a mantener sĂłlida la alianza personal con El”, señalĂł el Papa. Lee más aquĂ­ http://www.aciprensa.com/noticia.php?n=1908
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De San Pablo mismo sabemos que nació en Tarso, en Cilicia (Hechos, xxi, 39), de un padre que era ciudadano romano (Hechos, xxii, 26-28; cf. xvi, 37), en el seno de una familia en la que la piedad era hereditaria (II Tim., i, 3) y muy ligada a las tradiciones y observancias fariseas (Fil., iii, 5-6). San Jerónimo nos dice, no se sabe con qué razones, que sus padres eran nativos de Gischala, una pequeña ciudad de Galilea y que lo llevaron a Tarso cuando Gischala fue tomada por los romanos ("De vir. ill.", v; "In epist. ad Fil.", 23). Este último detalle es ciertamente un anacronismo mas los orígenes galileos de la familia no son en absoluto improbables. Dado que pertenecía a la tribu de Benjamín, se le dio el nombre de Saúl (o Saulo) que era común en esta tribu en memoria del primer rey de los judíos. (Fil., iii, 5). En tanto que ciudadano romano también llevaba el nombre latino de Pablo (Paulo). Para los judíos de aquel tiempo era bastante usual tener dos nombres, uno hebreo y otro latino o griego entre los que existía a menudo una cierta consonancia y que yuxtaponían en el modo usado por San Lucas (Hechos, xiii, 9: Saulos ho kai Paulos). Pero su apostolado nos enseña algo más... las fronteras de la mismisima fe!
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Segunda frontera de la fe: Más allá del dualismo
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Mientras que para la Iglesia Católica no existe motivo alguno para un conflicto entre fe y ciencia, existen muchos científicos que se han empeñado en señalar la imposibilidad de entablar un diálogo sano entre ambas. Un estudio publicado en Estados Unidos mostraría que el problema no sería por causa de la fe ni de la ciencia, sino más bien de algunos científicos, quienes en su mayoría rechazan el dato revelado y se declaran ateos. con sus consecuentes prejuicios y vicios metodológicos.
El Informe
El informe elaborado por los historiadores Edward Larson de la Universidad de Georgia y Larry Witham del Instituto Discovery de Seattle, reveló que sólo el 40 por ciento de los científicos en Estados Unidos cree en un ser supremo y en la existencia de una vida después de la vida, mientras que la mayoría rechaza la sola posibilidad de la existencia de un ser trascendente. Así, según el informe, el 45 por ciento de científicos encuestados niega la existencia de Dios y se declara atea, mientras que un 15 por ciento de "indecisos" se declara agnóstico.
Siguiendo a Leuba
Las cifras, publicadas en la revista científica Nature, coincidieron sorprendentemente con unas presentadas por el investigador James Leuba, hace más de ocho décadas, en 1916. Tal como lo hiciera Leuba a principios de siglo, los dos historiadores realizaron encuestas a 1.000 personas elegidas del American Men and Women of Science, que consigna una relación general de los científicos norteamericanos.
Las cifras
Los científicos respondieron a preguntas acerca de si creían en la existencia de un Dios que responde a las plegarias, en la inmortalidad del hombre, o en la vida después de la muerte. Sorprendentemente los resultados coincidieron con los de Leuba: la mayoría de científicos se proclama abiertamente ateo y niega las verdades fundamentales de la fe. En efecto, en ambas encuestas, cerca del 45 por ciento se declaran "ateo" y el 15 por ciento "agnósticos".
La única diferencia entre la investigación de principios de siglo y la de Larson y Witham está en la distribución de los creyentes en las diferentes disciplinas. Así, mientras que en 1916 los más escépticos frente a la existencia de Dios fueron los biólogos con un 69,5 por ciento; en el reporte de Larson y Witham, la mayoría atea se ubicó entre los físicos y astrónomos.
Prejuicios
De este modo, mientras que la gran mayoría de los norteamericanos se reconoce creyente, en el ambiente científico domina el escepticismo. Así, el trabajo de Larson y Witham vendría a comprobar una vez más el hecho de que muchos científicos tienen ya prejuicios acerca de algunas verdades que enseña la fe tales como la creación, la vida después de la vida o la existencia de Dios, sobre las cuales la ciencia no tiene competencia.
Una muestra de la existencia de este tipo de prejuicios es un episodio producido en Australia y que raya con lo tragicómico. Recientemente un geólogo australiano demandó judicialmente a una compañía que elabora y provee material educativo cuyos contenidos presentan la creación como hecho histórico. En efecto, la institución Creation Science Foundation enfrentó un juicio porque un profesor de geología de la Universidad de Melbourne, Ian Plimer, cree que hablar de la creación como un hecho es simplemente "anticientífico". La fundación científica demandada ha afirmado no tener ningún problema en someter el tema al examen de una entidad científica "neutral" que demuestre la veracidad de sus afirmaciones en el plano meramente científico. El problema ahora será encontrar una institución auténticamente neutral, ya que para muchos científicos lo "neutral" es justamente la incredulidad, mientras que la fe es una "distorsión".
Vicio metodolĂłgico
Científicos cercanos a la Creation Science Foundation señalan que "la radicalidad del punto de partida ateo revela prejuicios que pueden distorsionar el propio trabajo científico" y destacan que "el informe de Larson y Witham es otro botón de muestra de cómo los científicos suelen adoptar el ateísmo como una postura natural del quehacer científico, cuando en realidad es un vicio de método que ha llevado a desarrollar la ciencia en términos materialistas a lo largo de este siglo".
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Tercera frontera de la fe: la teologĂ­a
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La redenciĂłn objetiva en tanto obra de Cristo
El hombre caĂ­do es incapaz de levantarse de nuevo sin ayuda, Dios en su misericordia enviĂł su Hijo para salvarlo. Que Jesucristo nos salvĂł en la cruz es una doctrina de San Pablo a menudo repetida, que “fuimos justificados por su sangre” y que “fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo" (Rom., v, 9-10). ¿QuĂ© da a la sangre de Cristo, a su muerte, a su cruz esta fuerza salvadora? Pablo no responde nunca a esta pregunta directamente, pero nos enseña el drama del Calvario bajo tres aspectos, que hay peligro en separa y que se comprenden mejor comparándolos entre sĂ­: (a) por un lado la muerte de Cristo es un sacrificio, como los de la antigua ley, para expiar el pecado y para hacerse a Dios propicio. Cf. Sanday y Headlam, "Romans", 91-94, "La muerte de Cristo en tanto que sacrificio". "Es imposible en este pasaje (Rom., iii, 25) desembarazarse de la siguiente doble idea: (1) del sacrificio; (2) del sacrificio expiatorio . . . Independientemente de este pasaje, no es difĂ­cil probar que estas dos ideas de sacrificio y de propiciaciĂłn son la raĂ­z misma de la enseñanza, no sĂłlo de San Pablo, sino de todo el nuevo testamento en general. "El doble peligro de esta idea es primeramente el querer aplicar al sacrificio de Cristo todos los modos de acciĂłn, reales o supuestos, de los sacrificios imperfectos de la antigua ley y, por otro lado, el suponer que Dios se apiada por una especie de efecto mágico, en virtud de este sacrificio donde, por el contrario, fue Él quien tomĂł la iniciativa de la misericordia instituyendo el sacrificio del Calvario y dotándolo de un valor expiatorio”. (b) Por otro lado, la muerte de Cristo representa la redenciĂłn, el pago del rescate que da como resultado la liberaciĂłn del hombre de su servitud anterior (I Cor., vi, 20; vii, 23 [times egorasthete]; Gal., iii, 13; iv, 5 [ina tous hypo nomon exagorase]; Rom., iii, 24; I Cor., i, 30; Eph., i, 7, 14; Col., i, 14 [apolytrosis]; I Tim., ii, 6 [antilytron]; etc.) Esta idea, correcta en principio, puede ser inconvenientemente exagerada o aislada. Llevándola más allá del sentido con el que fue escrita, algunos padres avanzaron la extraña sugestiĂłn de que Cristo pagĂł al demonio, que nos tenĂ­a sujetos, el necesario rescate. Otro error es considerar la muerte de Cristo como un valor en sĂ­ mismo, independientemente del Cristo que la ofreciĂł a Dios por la remisiĂłn de nuestros pecados.
(c) También a menudo, Cristo parece sufrir en nuestro lugar, como castigo por nuestros pecados. Parece sufrir una muerte física para salvarnos de la muerte moral del pecado y preservarnos de la muerte eterna. Esta idea de una substitución resultó talmente llamativa a los teólogos luteranos, que admitieron una equivalencia cuantitativa entre el sufrimiento de Cristo y el castigo merecido por nuestras faltas. Llegaron incluso a mantener que Jesús sufrió el castigo de perder la visión divina y sufrir la maldición del Padre. Todo esto no es más que extravagancias que no hicieron sino arrojar descrédito sobre la teoría de la substitución. Se ha dicho con acierto, que la transferencia del castigo de una persona a otra es una injusticia y una contradicción, dado que el castigo es inseparable de la falta y que un castigo inmerecido no es ya más un castigo. Por otro lado, San Pablo no dice nunca que Cristo murió en nuestro lugar (anti), sino sólo que murió por nosotros (hyper) a causa de nuestros pecados.
En realidad, los tres puntos considerados más arriba no son sino tres aspectos de la redención que, lejos de excluirse los unos a los otros, se armonizan y se combinan, modificando si es necesario todos los otros aspectos del problema. En el texto siguiente, San Pablo reúne estos diferentes aspectos con algunos otros. Somos "justificados gratuitamente por su gracia por la redención en Cristo Jesús, a quien Dios puso como sacrificio de propiciación, mediante la fe en su sangre, para la manifestación de su justicia por la remisión de los pecados pasados, en la paciencia de Dios para manifestar su justicia en el tiempo presente; para probar que es justo y que justifica a todo el que cree en Cristo Jesús" (Rom., iii, 24-26). Se designan aquí las partes de Dios, de Cristo y del hombre: (1) Dios toma la iniciativa; Él ofrece a su Hijo; Él va a manifestar su justicia, pero le inclina a ello su misericordia. Es, pues, incorrecto o más o menos inadecuado decir que Dios estaba ofendido con la raza humana y que se apaciguó solamente a causa de la muerte de su Hijo. (2) Cristo es nuestra redención (apolytrosis), es el instrumento de la expiación y de la propiciación (ilasterion), y lo es a causa de su sacrificio (en to autou aimati), el cual no se parece en nada al sacrificio de animales irracionales; deriva su valor de Cristo, que lo ofreció por nosotros a su Padre en la obediencia y el amor (Fil., ii, 8; Gal., ii, 20). (3) el hombre no es un elemento meramente pasivo en el drama de la salvación; él debe entender la lección enseñada por Dios y apropiarse por la fe del fruto de la redención.
La redenciĂłn subjetiva
Habiendo ya muerto y resucitado Cristo, la redenciĂłn se ha completado en principio y por ley para toda la raza humana. Todo hombre puede hacerla suya de hecho por la fe y el bautismo, que, uniĂ©ndolo a Cristo, le hace partĂ­cipe de la vida divina. La fe, segĂşn San Pablo, se compone de varios elementos: sumisiĂłn del intelecto a la palabra de Dios; abandono del creyente a su salvador que promete asistencia; acto de obediencia por el que el hombre acepta la voluntad divina. Tal acto posee un valor moral puesto que “da gloria a Dios” (Rom., iv, 20) en la medida en la que reconoce su propia impotencia. Es por esta razĂłn por la que "Abraham creyĂł a Dios y le fue reputado por justicia" (Rom., iv, 3; Gal., iii, 6). Los hijos de Abraham, del mismo modo, "justificados por la fe sin el auxilio de la ley" (Rom., iii, 28; cf. Gal., ii, 16). Se sigue pues: (1) Que la justicia la otorga Dios en consideraciĂłn de la fe. (2) Que, sin embargo, la fe no es equivalente a la justicia dado que el hombre es justificado por la gracia (Rom., iv, 6). (3) Que la justicia otorgada gratuitamente al hombre deviene su propiedad y le es en adelante inherente. Antes los protestantes afirmaban que la justicia de Cristo nos es imputada aunque actualmente reconocen que el argumento va contra la escritura y carece de la garantĂ­a paulina; pero algunos, se atienen a basar la justificaciĂłn en un buen trabajo (ergon), niegan el valor moral de la fe y predican que la justificaciĂłn no es sino un juicio formal de Dios, que no altera absolutamente nada la justificaciĂłn del pecador. Tal teorĂ­a es insostenible; pues: (1) incluso admitiendo que “justificar” signifique “declarar justo”, es absurdo suponer que Dios declara justo a alguien que no lo es aĂşn o que no se vuelve justo por la declaraciĂłn misma. (2) La justificaciĂłn es inseparable de la santificaciĂłn, dado que esta Ăşltima es "la justificaciĂłn de la vida" (Rom., v, 18) y que cada "justo vive por la fe" (Rom., i, 17; Gal., iii, 11). (3) Por la fe y el bautismo muere el “hombre viejo”, lo que es imposible sin empezar a vivir como hombre nuevo que “de acuerdo con Dios es creado en la justicia y en la santidad” (Rom., vi, 3-5; Eph., iv, 24; I Cor., i, 30; vi, 11). Podemos, pues, establecer una distinciĂłn de definiciĂłn entre los conceptos de justificaciĂłn y santificaciĂłn, pro no podemos separar las dos cosas ni considerarlas como cosas separadas. RedenciĂłn objetiva y subjetiva... AquĂ­ les dejo una excelente pagina de noticias CatĂłlicas menos propensa a la pelea y más consciente de traer la paz a sur america: http://www.aciprensa.com/noticias.php Leanse Romanos 7 para que vean el cambio de paradigma que produce Dios en su religiĂłn cuando los fariseos se apoderan de ella.




Con estas bases de fe paulinas es que va
aparecer lentamente nuestra utopĂ­a



MACROSIERVOS



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