Oh! Qué noche fue aquella! Así lo describió el mismo Magone : “Me rodeaban las pesadillas y la mente me mostraba en seguida el infierno. Cuando desechaba estas visiones me parecía ver una multitud de ángeles que me mostraban el paraíso y me decían: “Mira que inmensa felicidad gozarás si perseveras en tus propósitos”!
Luego, bajó del lecho y, arrodillado, repitió una y otra vez: -Oh, qué infelices son los que comenten el mal! Creo que si por un solo instante gusta
Luego, bajó del lecho y, arrodillado, repitió una y otra vez: -Oh, qué infelices son los que comenten el mal! Creo que si por un solo instante gustasen de la alegría de la gracia de Dios todos se irían a confesarse! Oh! Pecado, pecado! Qué flagelo eres para los que te guardan en su corazón!sen de la alegría de la gracia de Dios todos se irían a confesarse! Oh! Pecado, pecado! Qué flagelo eres para los que te guardan en su corazón!
Noche tranquila. En el cielo las estrellas titilan cercanas. Con la ayuda paternal de Don Bosco, Magone depositó el fardo de sus miserias a los pies del crucificado. Más de un sollozo interrumpió su confesión. Pero, cuando la mano del sacerdote se elevó con toda la realidad del perdón, un sincero arrepentimiento se unió a la más pura alegría.
Al día siguiente fue testigo de una competencia interesante. Los “Azules” (adversarios de Magone) fueron rotundamente vencidos por los “Verdes” que él capitaneaba, a pesar del invicto que ostentaban desde hacia unos 10 días atrás . Miguel empezó a ser de nuevo a ser “general de la alegría”. Y desde entonces reinó la primavera en el limpio corazón de Miguel.
Llegó los finales del año 1858. Don Bosco recomendó comenzar bien el año nuevo, en gracia de Dios, porque tal vez, “para alguno de vosotros- les dijo- éste será el ultimo año de su vida”. Y la mano del padre se posó sobre la cabeza de Magone. Mientras tanto, Miguel se dio por aludido y pensó: - He comprendido, padre....Yo tendré que partir....¡Bien!Estaré preparado...!
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Quince días después, un compañero pasó distribuyendo algunas sentencias escritas en papelitos. A Magone le tocó una que decía: “En el juicio te hallarás solo con Dios”. El se puso pensativo.... Conociendo el hecho Don Bosco lo serenó y le dijo:- Si realmente debieras visitar a la Virgen en el cielo, ¿te asustarías?
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Tres días después, Magone acusó de un fuerte dolor estomacal que ya lo venía afligiendo desde la infancia. Se dirigió a la enfermería. La cosa no pareció que sea tan grave, tanto es asi que, al verlo Don Bosco en el balcón de la enfermería, y al preguntarle que le pasaba, respondió sonriente: - Nada, nada...! Son los dolores de costumbre....!
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Pero Miguel a agravó fulminantemente la noche del 19 de enero. Se requirió la presencia urgente de su madre. El medico la prohibió que lo visitara.La respiración era afanosa. La tos, muy seca. El médico dejó caer impotente los brazos, exclamando: - ¡Vamos mal, vamos mal...!
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El día 21, Magone se hallaba en las últimas. Sus compañeros aterrados oraban y lloraban. Recibió el santo Viático. Este fue el último encuentro terrenal entre Jesús y Miguel, entre el buen pastor y la oveja que en otro tiempo se había descarriado, pero que había vuelto al redil del Señor.
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Al anochecer se le administró la Unción de los Enfermos. ¡Con cuánta devoción contempló Miguelito al sacerdote que le ungía los pies que tanto habían trajinado en el fango, las manos que tantos golpes habían repartido! Cuando el sacerdote le ungió la boca dijo con profundo dolor: - ¿Por qué, Señor, no me hiciste secar esta lengua cuando te ofendí por vez primera?
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Ya llegaba el filo de la medianoche. Don Bosco estaba allí, junto al lecho de su Miguelito, cual una madre solícita. Ya se respiraba un ambiente de Paraíso...- Y está- dijo de pronto Miguel. ¡Ayúdeme Don Bosco…Dígale a mi madre que me perdone todos los disgustos que la he ocasionado...Dígale que la quiero, que sea fuerte....La espero en el Paraíso...!
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Y Don Bosco le preguntó:- Y ¿Qué quieres que le diga a tus compañeros? – Que se confiesen siempre bien- le respondió Miguel. – Y¿qué es lo que más te consuela en este momento? – le dijo finalmente don Bosco .- Me reconforta en estos instantes ese poco de bien que realicé en honor a Maria Santísima...
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La medianoche era inminente. Magone, saliendo de un breve sopor, con el rostro sereno e iluminado por una radiosa sonrisa le dijo a Don Bosco: - ¡Dígale a mis compañeros que los espero a todos en el Paraíso! ¡Jesús, José y María! Cerró sus labios sobre el crucifijo y se durmió en la paz del Señor.
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Miguel Magone
“pandillero de Dios”
Un Santo a la altura de
MACROSIERVOS
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