Peregrinos del Absoluto - Templarios de Dios

viernes, 28 de agosto de 2009

MIGUEL MAGONE

"EL PANDILLERO DE DIOS"
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INTRODUCCION

En el año de la partida de Domingo Savio al cielo ( 9 de marzo de 1857), que dejara un profundo dolor en el corazón de Don Bosco y de todos sus condiscípulos, como para consolar al Santo educador por la pérdida de aquel querido hijo, le hizo encontrar a otro muchachito, en el otoño de 1857, que trillaría las mismas sendas de excepcionales virtudes que Domingo ya había recorrido.
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Pero, esta vez no fue un muchacho providente de la Gracia como Domingo, sino un “auténtico pilluelo de la calle”(sabandija-atorrante-mal educado) que la santa pedagogía de Don Bosco condujo por el camino del bien y de la perfección . Este muchacho se llamaba MIGUEL MAGONE, o “el pandillero de Dios”.
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Don Bosco definió la vida de Magone como “una vida singular y romántica”. La biografía escrita por Don Bosco agradó sobremanera a los compañeros que lo habían conocido y amado. Y agradará también a los muchachos de hoy, dado que la historia de Miguel podría ser la historia de cualquier chico de la calle.



El tren venía con atraso. Don Bosco lo aguardaba pacientemente en aquella mañana fria y húmeda. La alegre algarabía de unos muchachos que jugaban lo atraía poderosamente. Su corazón de apóstol palpitó de emoción: allí había trabajo para él. A juzgar por las órdenes que sobresalían por sobre la gritería de los muchachos, en medio de ellos debía existir “un general” que dirigía el juego. Don Bosco quiso conocerlo porque ya lo supuso un tipo de agallas (lider).

Y se acercó. Cuando los rapaces lo divisaron entre las neblinas huyeron en un santiamén. Huyeron todos, menos “el general”. Don Bosco se avecinó aún más, pero el muchacho lo enfrentó con tono desafiante: - Y ¿Ud quién es? Don Bosco sonrió y dijo: - Aguardo el tren, pero entretanto me hubiera agradado jugar con ustedes. – Ud un cura ¿quiere jugar con nosotros? – Si, ¿no puedo acaso? ¿Quién eres tú? – Soy Miguel Magone, el “general” de los muchachos de este pueblo.

Don Bosco contempló a ese muchacho de cabellos revueltos y descubrió a través de esos ojos llenos de valentía un alma generosa y hermosa. En una breve conversación vino a conocer la desesperada situación en que vivía: - Trece años....Sin padres....Medio vagabundo... - ¿Te gustaría hacerte bueno y estudiar...? – Y...si....pero....¿cómo? El silbido de la locomotora anunciaba la despedida., mas, Don Bosco no quería perder esa alma tan bella. Le dijo entonces: - Toma esta medalla y dile a tu párroco que me envíe noticias de ti a Valdocco. Ya me voy... Chau, Miguelito!... El tren silbó. Desde el estribo, Don Bosco saludaba a Magone y a sus amigos.

¡Una medalla! Extraña moneda para quien acostumbra a jugar por dinero en el andén de alguna estación. “¿Por qué me la ha regalado”?¿ Por qué pretender conocer noticias mias? Simpático este cura ¿no? Ciertamente no es como los otros.... El padre Ariccio, que regia la iglesia del lugar, se sorprendió al recibir la visita de este muchachito tan travieso. Mas, cuando vio la medalla de María Auxiliadora en sus manos, comprendió que Don Bosco andaba por medio. - ¿Te gustaría ir a Turín? - ¡Imagínese...! – Entonces, le escribiré, pero tú trata de asentar el juicio en estos días ¿no?

Rosa de Magone vio a su hijo rebosante de alegría. Y le dijo: - ¿Qué estás planeando para hoy? – Nada, mamá, nada...! le contestó. Pero, debo darte una noticia formidable! A que no adivinas de que se trata! Me topé con un cura...! ¡Pero, un cura de flor y truco! Un cura que tiene a más de mil niños que juegan en su patio tan grande como una plaza ¡ Vive en Turín, y hacia allá me voy....! El padre Ariccio le escribió a Don Bosco: “Miguel Magone no tiene padre, es un pobre muchacho abandonado, malgasta el tiempo con otros traviesos de la calle, es de buen corazón, aunque bastante rebelde. Lo echan de la escuela a cada rato...” Don Bosco se interesó solamente por estas palabras “es un pobre muchacho abandonado”.

El p. Ariccio se alegró por la providencial decisión de Don Bosco. Miguel no era malo por si mismo. Además, poseía una inteligencia vivaz. La madre no podía atenderlo porque debía trabajar para mantener la familia. De modo que él había hecho de la calle un lugar de vida y de diversión. Dos compañeros suyos dormían en la cárcel. Y en el pueblo también se recordaban de algunas de sus travesuras “gordas” y algunos robos y hurtos.... Espléndida mañana! Miguel, por primera vez, toma el tren que lo llevará hasta Turín. Fueron a despedirlo su madre, con el corazón apretado por la emoción y los compañeros de fechorías. Miguel dudó un momento, pero luego el gozo brotó de nuevo en su inquieto corazón. – Me voy a Turín ....! Me voy a la gran ciudad...!

Al llegar a Turín se enfrentó con Don Bosco y éste le dijo:- Yo soy Magone a quien Ud ya conoce...- Seremos amigos, ¿verdad? – le preguntó el santo. – Si, señor, pero si Ud me lo permite yo quisiera ponerme a jugar. – Juega, juega. Cuando hayas terminado, ven que te quiero hablar....terminó diciendo don Bosco. A los 5 minutos Magone ya era el rey del patio. En un instante había comprendido las reglas del juego. Corrió, saltó y hasta cayó de bruces al suelo. Sus gritos resonaron por sobre el tumulto del patio y dio muestras de fuerza y agilidad poco comunes. Los compañeros se preguntaban estupefactos: - ¿De dónde salió este terremoto?
Otro día otro compañero, muy liviano de ideas, por cierto, exclamó: - Si nos condenamos al infierno aguantaremos el fuego con paciencia! Magone rápidamente extrajo un fósforo de su bolsillo, y encendiéndolo, lo puso en la palma de la mano de quien le habia hablado. Este dio un grito de dolor entre las risas de los demás. Magone les decía:- Quería probar tu resistencia, nada más.... A ver si dices lo mismo de las llamas del infierno...! Concluido el recreo, Miguel, sudoroso y agitado, divisó a Don Bosco que lo estaba esperando. Se apartó de sus compañeros convertidos en sus admiradores y fue hacia donde estaba don Bosco, el cual le preguntó: - Y ¿qué tal? ¿Te has divertido? – Mucho- le contestó Miguel...- ¿Se fijó en algo? Al principio me vencían porque no había comprendido las reglas del juego, pero después.....

Mientras Magone narraba las alternativas del juego Don Bosco lo llevó a su escritorio. Lo miró a los ojos y le dijo: - Miguelito: ¿quieres ser un buen muchacho? – Si, Don Bosco! – le contestó Miguel- Haré todo lo posible por llegar a serlo! – Y cuando llegues a ser un buen muchacho, luego, ¿qué piensas hacer?
Miguel se enrojeció y le dijo:- Si un callejero......(pausa) - Sigue, sigue....si un callejero....Aquí Magone no podía continuar. El deseo que le había nacido en el corazón al verlo a Don Bosco le parecía muy grande para él....Sin embargo....Se hizo de coraje y le dijo:- Si un callejero pudiera convertirse en sacerdote, yo me haría sacerdote con gusto!

Ante esta inesperada declaración Don Bosco sonreía.... – Está bien- le dijo- Veremos qué sabrá hacer este pillo... Empezarás a estudiar. Miguel era muy respetuoso de don Bosco, de lo contrario, hubiera ejecutado un salto mortal impulsado por la alegría. Hubiera abrazado a este cura tan simpático que tanta fe le tenía a un muchacho como él!

Desde ese día su vida consistía en gritar, cantar y correr. Pero no se había transformado súbitamente en un santo, no... Don Bosco tuvo la feliz idea de colocar a su lado a un compañero que hiciera la veces de “ángel de la guarda”, a fin de que lo corrigiese con bondad. Y a fe que debió de trabajar “ese ángel”. Nada de palabrotas, conversaciones vulgares, blasfemias, nada que desfigure su personalidad....

Existían otros compañeros que colaboraban en su conducta. Los superiores, despiertos centinelas del bien, siempre se hallaban entre los muchachos, animándolos con su sonrisa y corrigiéndolos cuando venía el caso de hacerlo. En los primeros días Magone necesitó abundancia de correcciones. Era un autentico diablillo desenfrenado.

Alguna vez surgió su temperamento arrebatado Esa campañilla que le cortaba el recreo en su punto mejor del juego lo tenía a maltratar. Lo odiaba cordialmente! Cuando iba en fila, con los libros debajo el brazo, llevaba un porte de condenado a trabajos forzados jeje...


Y siempre hallaba alguna ocurrencia extraordinaria para desviar las malas conversaciones. Asi, por ej. cuando una tarde divisó a tres compañeros que hablaban recelosamente de cosas turbias, en un estrecho escondite...... ... se les acercó- sin ser visto- y echó un silbido estremecedor entre ellos, los cuales se dieron rápidamente a la fuga. Los muchachos frenaron la conversación. Uno de ellos dijo: - ¿Estás loco? Magone, deteniendo su carrera, contestó vivamente;- ¿Soy acaso yo el loco o eres tú que hablas de esa manera? Pero, un día, el jefe de la recreación comenzó a entristecerse. Ya no jugaba...Y en algunos momentos lloraba....El compañero que lo vigilaba pensó que fuese un poco de nostalgia. Pero, a medida que transcurrían los días, la situación de Magone empeoraba. Un velo de constante melancolía le cubría el rostro

Oh! Qué noche fue aquella! Así lo describió el mismo Magone : “Me rodeaban las pesadillas y la mente me mostraba en seguida el infierno. Cuando desechaba estas visiones me parecía ver una multitud de ángeles que me mostraban el paraíso y me decían: “Mira que inmensa felicidad gozarás si perseveras en tus propósitos”!

Luego, bajó del lecho y, arrodillado, repitió una y otra vez: -Oh, qué infelices son los que comenten el mal! Creo que si por un solo instante gusta
Luego, bajó del lecho y, arrodillado, repitió una y otra vez: -Oh, qué infelices son los que comenten el mal! Creo que si por un solo instante gustasen de la alegría de la gracia de Dios todos se irían a confesarse! Oh! Pecado, pecado! Qué flagelo eres para los que te guardan en su corazón!sen de la alegría de la gracia de Dios todos se irían a confesarse! Oh! Pecado, pecado! Qué flagelo eres para los que te guardan en su corazón!

Noche tranquila. En el cielo las estrellas titilan cercanas. Con la ayuda paternal de Don Bosco, Magone depositó el fardo de sus miserias a los pies del crucificado. Más de un sollozo interrumpió su confesión. Pero, cuando la mano del sacerdote se elevó con toda la realidad del perdón, un sincero arrepentimiento se unió a la más pura alegría.

Al día siguiente fue testigo de una competencia interesante. Los “Azules” (adversarios de Magone) fueron rotundamente vencidos por los “Verdes” que él capitaneaba, a pesar del invicto que ostentaban desde hacia unos 10 días atrás . Miguel empezó a ser de nuevo a ser “general de la alegría”. Y desde entonces reinó la primavera en el limpio corazón de Miguel.


Llegó los finales del año 1858. Don Bosco recomendó comenzar bien el año nuevo, en gracia de Dios, porque tal vez, “para alguno de vosotros- les dijo- éste será el ultimo año de su vida”. Y la mano del padre se posó sobre la cabeza de Magone. Mientras tanto, Miguel se dio por aludido y pensó: - He comprendido, padre....Yo tendré que partir....¡Bien!Estaré preparado...!
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Quince días después, un compañero pasó distribuyendo algunas sentencias escritas en papelitos. A Magone le tocó una que decía: “En el juicio te hallarás solo con Dios”. El se puso pensativo.... Conociendo el hecho Don Bosco lo serenó y le dijo:- Si realmente debieras visitar a la Virgen en el cielo, ¿te asustarías?
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Tres días después, Magone acusó de un fuerte dolor estomacal que ya lo venía afligiendo desde la infancia. Se dirigió a la enfermería. La cosa no pareció que sea tan grave, tanto es asi que, al verlo Don Bosco en el balcón de la enfermería, y al preguntarle que le pasaba, respondió sonriente: - Nada, nada...! Son los dolores de costumbre....!
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Pero Miguel a agravó fulminantemente la noche del 19 de enero. Se requirió la presencia urgente de su madre. El medico la prohibió que lo visitara.La respiración era afanosa. La tos, muy seca. El médico dejó caer impotente los brazos, exclamando: - ¡Vamos mal, vamos mal...!
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El día 21, Magone se hallaba en las últimas. Sus compañeros aterrados oraban y lloraban. Recibió el santo Viático. Este fue el último encuentro terrenal entre Jesús y Miguel, entre el buen pastor y la oveja que en otro tiempo se había descarriado, pero que había vuelto al redil del Señor.
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Al anochecer se le administró la Unción de los Enfermos. ¡Con cuánta devoción contempló Miguelito al sacerdote que le ungía los pies que tanto habían trajinado en el fango, las manos que tantos golpes habían repartido! Cuando el sacerdote le ungió la boca dijo con profundo dolor: - ¿Por qué, Señor, no me hiciste secar esta lengua cuando te ofendí por vez primera?
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Ya llegaba el filo de la medianoche. Don Bosco estaba allí, junto al lecho de su Miguelito, cual una madre solícita. Ya se respiraba un ambiente de Paraíso...- Y está- dijo de pronto Miguel. ¡Ayúdeme Don Bosco…Dígale a mi madre que me perdone todos los disgustos que la he ocasionado...Dígale que la quiero, que sea fuerte....La espero en el Paraíso...!
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Y Don Bosco le preguntó:- Y ¿Qué quieres que le diga a tus compañeros? – Que se confiesen siempre bien- le respondió Miguel. – Y¿qué es lo que más te consuela en este momento? – le dijo finalmente don Bosco .- Me reconforta en estos instantes ese poco de bien que realicé en honor a Maria Santísima...
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La medianoche era inminente. Magone, saliendo de un breve sopor, con el rostro sereno e iluminado por una radiosa sonrisa le dijo a Don Bosco: - ¡Dígale a mis compañeros que los espero a todos en el Paraíso! ¡Jesús, José y María! Cerró sus labios sobre el crucifijo y se durmió en la paz del Señor.
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Miguel Magone

“pandillero de Dios”

Un Santo a la altura de
MACROSIERVOS

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